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lunes, 16 de octubre de 2017

Fesenjan.


Éste es uno de nuestros platos favoritos de la cocina persa. Lo comimos en varias ocasiones en nuestro viaje a Irán y me enamoré de su sabor. Es un plato perfecto para una comida familiar, no se tarda mucho en hacerlo y está delicioso. Para prepararlo vamos a necesitar:


Este plato se prepara con melaza de granada pero como no es fácil de encontrar prepararemos la nuestra. Ponemos el zumo de granada en un caldero pequeño y lo ponemos fuego alto hasta que rompa a hervir. Bajamos el fuego y le añadimos un chorrito de zumo de limón y una pizca de sal. Lo dejamos reducir durante unos 45 minutos hasta que espese bastante. Lo dejamos enfriar.


En una sartén grande ponemos una cucharada de aceite de oliva y doramos el pollo cortado en cubitos. Reservamos el pollo y en la misma sartén cocinamos la cebolla bien picada. Una vez la cebolla esté traslúcida añadimos el pollo y salpimentamos.


Incorporamos el caldo de pollo y cuando rompa a hervir reducimos el fuego a la mitad y le añadimos la melaza de granada, la miel, la cúrcuma, la nuez moscada (mejor si es recién rallada) y la canela. Picamos las nueces muy pequeñitas (yo las pico con la trituradora) y las añadimos a la sartén.


Dejamos que se cocine unos veinte minutos, hasta que el caldo se consuma y nos quede una salsa espesa. Probamos y rectificamos de sal. Justo antes de servir decoramos con granos de granada y perejil fresco bien picado. Servimos con arroz y listo.


Aquí tenéis un resumen de un viaje que nos encantó. Irán, además de los miles de lugares que tiene para visitar, tiene un tesoro del que muy pocos han oído hablar. Su gente, no me he encontrado gente tan maravillosa como la iraní en ningún lugar del mundo, son tan hospitalarios que te hacen sentir como en casa. 

lunes, 4 de julio de 2016

Ojakhuri y nuestro semana en Georgia.


En abril estuvimos una semana de vacaciones en Georgia, un país desconocido y que merece la pena visitar. Tiene muchos lugares con encanto, monumentos dignos de conocer, paisajes que te sobrecogen, una gastronomía sabrosa y una gente con la que es un placer compartir tiempo. Si a todo esto le sumamos que es un destino bastante económico para nosotros y que además hay poco turismo, lo hacen perfecto para unas vacaciones inolvidables.
En la semana que estuvimos allí, gracias a nuestro increíble guía Alex pudimos descubrir de primera mano una cultura ancestral que ha logrado permanecer hasta nuestros días. Tan buenos momentos pasamos con Alex que más que un guía terminó convirtiéndose en un amigo con el que disfrutamos mucho más nuestra estancia en Georgia y gracias al que nos han quedado ganas de volver.


Nos quedamos en Tbilisi, su capital, en un piso que alquilamos a través de Airbnb y desde allí nos movíamos en el coche de Alex para visitar todos los pueblos y ciudades que nos recomendó. Al hablar sobre el blog de cocina Alex se esforzó en mostrarme la rica gastronomía del país parando incluso en un puesto de carretera para probar un delicioso pan dulce que según dicen es el mejor del país. Probamos numerosos panes georgianos, las típicas Kinkhali (unas empanadillas enormes que pueden estar rellenas de queso, de carne, ...), los kachapuri (panes rellenos de queso y huevo), ensalada, sopas, kebabs, diversas carnes y numerosas bebidas como la limonati o el famoso vino georgiano. Incluso tuvimos la suerte de visitar un antiguo viñedo en el que pudimos degustar algunos de sus productos. ¿Sabíais que Georgia es el primer país en donde se comenzó la fabricación del vino?


El Ojakhuri es otro de esos platos típicos georgianos que probamos y tengo que confesar que junto con el Kachapuri es de mis favoritos. Para preparar esta deliciosa receta vamos a necesitar...


Troceamos la carne de cerdo en cubos y los ponemos en un recipiente amplio junto con dos cebollas cortadas en juliana. Preparamos el macerado mezclando las dos cucharadas de sour cream, la cucharada de pasta de tomate, la cucharada de perejil picado, las dos cucharadas de vinagre y los 50 mililitros de vino blanco. Mezclamos bien y lo incorporamos a la carne y las cebollas.


Incorporamos las hojas de laurel, salpimentamos y dejamos que todo se macere durante al menos ocho horas. Yo lo dejé macerando desde la noche anterior para que la carne se impregnara de todos los sabores.

Una vez transcurrido el tiempo de maceración ponemos a calentar una sartén grande con un buen chorro de aceite. Una vez que el aceite esté caliente incorporamos la carne junto con las cebollas y el macerado y lo vamos friendo, removiendo de vez en cuando. 


Añadimos medio vaso de agua y removemos. Dejamos que la salsa se reduzca y terminamos de dorar la carne. Mientras tanto vamos friendo las papas en abundante aceite caliente. Para servir la carne cortamos la cebolla morada que nos quedaba en juliana y la espolvoreamos por encima de la carne junto con un poco más de perejil fresco. Ya tenemos listo este delicioso plato que serviremos con algo de ensalada y unos gajos de limón.


Si queréis ver más fotos de nuestro viaje a Georgia podéis hacerlo en pinchando aquí.

jueves, 18 de febrero de 2016

Brunsviger y nuestra escapada a Copenhague.


Ya llevamos dos años regalándonos una escapada a principio de año. El año pasado nos fuimos a Londres y este año nos ha tocado una escapada con nieve. Desde hace meses le insistía a Javi que se me apetecía pasar mucho frío, a ser posible con nieve. Me encanta eso de sentarme en una cafetería a tomarme un chocolate caliente mientras veo la nieve caer. Al viaje se sumó mi hermana pequeña así que decidimos cogernos un apartamento y disfrutar a tope del frío. Estuvimos cuatro días completos y nos cundió ya que nos pateamos la ciudad de arriba a abajo e incluso nos dio tiempo de hacer una visita en las afueras pero eso se los cuento después de esta deliciosa receta de Dinamarca. El brunsgiver es un dulce típico para tomar con un buen café y además de ser fácil de preparar está muy buena. Para hacerlo vamos a necesitar:


Comenzamos preparando la masa y para ello calentamos un poco la leche (dejarla tibia, no caliente) y   añadirle la levadura. Remover bien para que se disuelva y la dejamos reposar un poco mientras preparamos el resto de los ingredientes.


Derretimos los 75 gramos de mantequilla sin sal y los batimos en el bol de la batidora junto con los huevos. Añadimos la leche con la levadura y finalmente incorporamos el azúcar, la harina y la sal y dejamos amasando (con el gancho de la amasadora) unos diez minutos hasta que consigamos una masa elástica. Si vemos que nos queda demasiado pegajosa podemos añadirle un pizca más de harina, pero muy poca.


Formamos una bola con la masa y la ponemos en un bol engrasado con un poco de aceite. Cubrimos con un paño limpio y lo dejamos reposar durante media hora o hasta que duplique su tamaño (yo lo meto en el horno apagado) Mientras tanto preparamos el glaseado para cubrir la masa así que ponemos la mantequilla restante y el azúcar moreno en un cazo y lo llevamos al fuego hasta que la mantequilla se derrita y el azúcar se deshaga. Dejamos reposar.


Una vez transcurrido el tiempo de levado pasamos nuestra masa a un molde grande rectangular cubierto con papel para hornear y extendemos la masa para que cubra el fondo del molde. Volvemos a cubrir con el paño limpio y lo dejamos reposar otra media hora para que vuelva a levar. Pasado el tiempo llenamos la masa de agujeros hechos con el dedo y repartimos el glaseado que habíamos preparado haciendo que todos los agujeros se llenen. Lo metemos en el horno precalentado a 200º durante media hora. 


Una vez lo sacamos del horno lo dejamos atemperar unos diez minutos antes de sacarlo del molde y cortarlo para darnos un buen homenaje. Podemos comerlo recién hecho o esperar hasta que se enfríe (siempre que seamos capaces de resistirnos)
Como os comentaba al principio, hemos estado disfrutando de cuatro días en Copenhague junto con mi hermana pequeña. El primer día llegamos por la tarde y como alquilamos un piso a través de airbnb dedicamos el resto del día a aclimatarnos (hacía muchísimo frío) y a conocer un poco el barrio. Nos hicimos una pequeña compra y yo disfruté muchísimo viendo todo lo que se puede comprar allí. El día siguiente nos amaneció despejado y con sol así que nos dedicamos a patearnos la ciudad. Copenhague es muy fácil de recorrer, puedes ir a pie a cualquiera de los puntos interesantes de la ciudad y eso es lo que hicimos. Cogimos un bus desde nuestro piso hasta el ayuntamiento y desde allí recorrimos la calle comercial, vimos el cambio de guardia en el palacio real y nos enamoramos del antiguo muelle, entre otras cosas.


El segundo día nos fuimos de excursión a las afueras de Copenhague para ir al castillo de Frederiksborg, una visita impresionante que nos llevó más de medio día para recorrer sus numerosas salas. De regreso en la ciudad continuamos visitando algunos lugares que el día anterior no habíamos podido visitar y terminamos el día comiendo unos perritos calientes en la calle que estaban buenísimos.


Nuestro último día lo disfrutamos al máximo visitando la zona independiente de Christiania, el jardín botánico y paseando por las calles comerciales de la ciudad. Volvimos a visitar algunos de los monumentos que ya habíamos visto y dejamos la ciudad con ganas de volver en otra época del año. No dudéis en hacer una escapada a Copenhague porque se merece eso y más.


lunes, 14 de septiembre de 2015

Chlodnik y nuestra breve visita a Polonia


Este verano también hemos visitado Polonia. Nos hacía mucha ilusión volver a ver amigos que se habían alojado en casa a través de couchsurfing y habíamos hablado tantas veces de visitarlos que en cuanto tuvimos oportunidad nos fuimos para allá. Sólo fue una semana, muy poco tiempo para ver toda la historia de este hermoso país pero suficiente para visitar algunas de sus más emblemáticas ciudades y de paso conocer algo más de su gastronomía. Fue precisamente en casa de una de nuestras amigas, Kasia, en donde probamos esta deliciosa sopa de remolacha, perfecta para los días de calor. Para prepararla vamos a necesitar:


Comenzamos triturando las remolachas junto con el kéfir o el yogur griego y la nata agria. Lavamos bien el pepino y le quitamos parte de la piel (dejamos algunas tiras verdes). Luego lo cortamos en daditos (si os hace daño porque lo repetís mucho le podéis quitar las semillas y con eso ya no tendremos ese problema) y lo ponemos en un bol. 


Troceamos los rabanitos en bastoncillos y los añadimos a los trozos de pepino. Finalmente picamos la cebolleta y la incorporamos al resto de las verduras. Rociamos todo con el zumo de un limón y lo removemos bien para que se impregnen del zumo.


Incorporamos las verduras a la crema de yogur, nata y remolacha y removemos bien. Añadimos un buen puñado de eneldo bien picado y lo dejamos en la nevera para que se enfríe bien (mejor si lo preparamos la noche anterior)


A la hora de servir podemos acompañarlo con un huevo duro cortado en cuartos y con unas rodajas de pepino y rabanito. Añadimos un poco más de cebolleta y eneldo y listo para servir. Tenemos un plato sencillo, muy colorido y fresquito para el verano. Además, está delicioso así que no dejéis de prepararlo.


Como contaba al principio sólo estuvimos en Polonia una semana, muy poco tiempo para descubrir este enorme país pero como nuestro principal objetivo era visitar a viejos amigos que habían estado en casa años atrás disfrutamos un montón de esta escapada. Comenzamos visitando el Monasterio de Jasna Gora, el más importante de Polonia y uno de los más impresionantes.


Tras esta visita recorrimos la conocida Ruta de los Nidos de Águila en la que pudimos visitar numerosas ruinas de castillos medievales.


Para terminar el día visitamos una de las atracciones turísticas más importantes de Polonia, las minas de sal de Wieliczka, inscritas en el Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es una de las minas de sal activa más antigua del mundo y se puede hacer un recorrido a pie por parte de la mina viendo numerosas esculturas de sal.


El día siguiente fue bastante duro ya que visitamos Auschwitz, el tristemente conocido campo de concentración de los alemanes en Polonia. Lo visitamos con nuestra amiga Annia y además de la historia que todos conocemos nos contó que el abuelo de su marido estuvo detenido en ese campo de concentración y que logró huir cuando lo iban a fusilar. Aún se me pone la carne de gallina al pensar las barbaries que se cometieron en ese lugar.


Por la tarde visitamos el pueblo natal de Juan Pablo II, Wadowice en donde se puede visitar la casa en donde nació, justo al lado de la iglesia. Luego nos acercamos al Monasterio de Kalwaria Zebrzydowska, Patrimonio de la Humanidad, en donde se puede hacer un vía crucis por más de cuarenta capillas situadas en un colina. Nosotros sólo visitamos algunas de ellas.


Esa noche disfrutamos de una barbacoa con la familia de Annia y lo pasamos genial. He de decir que nos dieron a probar un montón de platos típicos y por supuesto no faltó la buena cerveza y la mejor compañía.


El día siguiente lo pasamos en Cracovia, una ciudad con miles de rincones llenos de historia y en los que se te pasa el tiempo volando sin poder verlo todo. Es una excusa perfecta para volver y más con tan buena gente como la familia de Annia. Recorrimos su casco histórico, subimos hasta su castillo visitando la cueva del dragón, caminamos por el barrio judío y probamos uno de los chocolates más deliciosos que he comido nunca.


Dejamos la casa de Annia para visitar a otra gran amiga, Johanna pero antes hicimos una parada en otra ciudad Patrimonio de la Humanidad, Wroclaw, cuyo casco histórico está invadido por pequeños duendecillos que te encuentras en los lugares más insospechados.


Esa tarde la pasamos con Johanna y su marido Omarek en Lodz. Disfrutamos paseando por sus calles y con una deliciosa cena en uno de sus restaurantes favoritos.


Nuestro último día en Polonia fue visitando a Kashia y Andrei en Varsovia. Nos tenían una sorpresa preparada ya que después de comer se nos unió un guía turístico que nos acompañó a visitar el casco histórico de Varsovia. Al final terminamos todos sentados en una terraza del centro y tomando una cerveza bien fría. Lo pasamos genial y por la noche Kashia nos preparó una deliciosa cena en la que me enseñó a preparar el chlodnik.


Como veis lo pasamos genial y lo mejor de todo fue reencontrarnos con amigos que hacía años que nos habían visitado a través de couchsurfing y con los que congeniamos muy bien.  Este ha sido un viaje muy deferente a lo que acostumbramos ya que nuestra prioridad era pasar tiempo con ellos así que seguro que volveremos.

lunes, 13 de julio de 2015

Gyozas y nuestro viaje a Japón


Este verano nos hemos ido de vacaciones quince días a Japón con dos parejas de amigos y lo hemos pasado genial. Hemos visitado lugares increíbles, desde templos milenarios a ciudades ultra modernas y hemos disfrutado de una gastronomía que va mucho más allá del conocido sushi (aunque ya os digo que uno de los días lo desayunamos!!) Al final de la receta os cuento un poco sobre el viaje pero antes os dejo la receta de estas sencillas gyozas y para prepararlas vamos a necesitar


Empezamos preparando el relleno y para ello cortamos la col finamente en trocitos pequeños y la ponemos en un recipiente apto para el microondas. La cubrimos con film trasparente y la ponemos un minuto a máxima potencia para que se ablande.


Cortamos la cebolleta y las setas shiitake en trocitos pequeños y los añadimos a la carne y la col. Incorporamos el diente de ajo prensado y el jengibre rayado. Amasamos bien hasta integrar todos los ingredientes y finalmente sazonamos con sal y pimienta y añadimos el shake, el aceite de sésamo y la salsa de soja y mezclamos bien.


Para envolver las gyozas ponemos una pequeña cantidad de relleno en el centro de la masa. Mojamos los bordes con un poco de agua y las cerramos, primero uniendo el centro y luego haciendo pequeños pliegues. En este video podemos ver cómo cerrarlas pero si no nos sale podemos hacerlo como unas empanadillas tradicionales.


Ponemos una cucharada de aceite de sésamo en una sartén antiadherente grande (una que tenga tapa) y en cuanto esté caliente colocamos las gyozas con la parte plana hacia abajo. Pondremos las gyozas formando un círculo y en cuanto la parte inferior se dore añadimos medio vaso de agua y tapamos inmediatamente para que se cocinen con el vapor.


Las cocinamos un par de minutos y las destapamos para que se evapore totalmente el agua. Repetimos la misma operación hasta hacerlas todas. Con estas cantidades hice unas 60 gyozas, siiiiiiiii, son muchas pero con lo buenas que están se comen en nada. Si son demasiadas podemos congelarlas y las cocinamos del mismo modo sin descongelar. Las servimos con un poco de salsa de soja y listo!! A disfrutar.


¿Qué os han parecido? Sencillas ¿verdad? Bueno pues ahora toca contaros un poco sobre los quince días que pasamos en Japón. Se supone que junio no es el mes más recomendable para visitar Japón ya que es el mes más lluvioso pero he de decir que esperábamos encontrarnos peor tiempo del que tuvimos así que a pesar de que nos llovió en varias ocasiones he de decir que casi lo preferimos ya que cuando salía el sol el tiempo era de lo más bochornoso por lo que preferíamos el cielo cubierto. Comenzamos el viaje en Kyoto, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por sus innumerables templos milenarios. Es una de las ciudades en donde más se deja ver la tradición y allí pudimos ver mientras paseamos por el barrio de Pontocho a las famosas geishas y sus aprendices, las maikos. El primer día visitamos los templos de Sanjusangendo, Kiyiomizudera, Ginkakuji y el camino de la filosofía entre otros.


Al día siguiente cogimos un tren para ir a la ciudad de Nara pero antes paramos para visitar Fushimi Inari un lugar mágico en el que se concentran miles de toriis. Tras recorrer el sendero de toriis volvimos al tren para visitar el Parque de Nara en donde además de ver ciervos en libertad visitamos los templos de Kokufuji, Todaiji y Kasuga Taisha para terminar el día visitando un bosque de bambú en Arashiyama.


Nuestro tercer día lo pasamos en Kyoto y al atardecer cogeríamos un tren bala para ir a Hiroshima. Este tercer día lo dedicamos a visitar el precioso pabellón dorado, el castillo de Nijo y el santuario Heian entre otros.


A primera hora de la mañana cogimos un tren y un barco que nos llevarían hasta la preciosa isla de Mijayima con su Santuario Itsukushima y el templo Daisho-in. Este día si que nos llovió con ganas pero con todo lo que había que visitar no nos desanimamos.


Por la tarde regresamos a Hiroshima en donde visitaríamos el Parque Conmemorativo y el Museo de la Paz. Esta misma noche volveríamos a montar en un tren de alta velocidad para dormir en Osaka.


Tuvimos la suerte de poder visitar el Castillo de Himeji-jo abierto recientemente tras años de restauración. Vale la pena subir sus siete plantas para contemplar las vistas desde las alturas.


El resto del día lo pasamos visitando la moderna ciudad de Osaka, caminando por sus coloridos barrios, subiendo a uno de sus más impresionantes rascacielos y recorriendo Dotombori por la noche.


De la modernidad de Osaka volvemos a la tradición y nos dirigimos a lo que es conocido como los alpes japoneses para visitar Takayama en uno de los recorridos en tren más bonitos del mundo. Visitamos algunos de sus numerosos templos y caminamos por el barrio antiguo para ver cómo se elabora el shake.


Al día siguiente visitamos un pequeño pueblo Patrimonio de la Humanidad. Shirakawa-go se conserva intacta desde hace siglos y en esta aldea histórica se puede visitar una de sus altísimas y antiguas casas de estilo gassho-zukuri (construcción con las palmas de las manos juntas)


La siguiente semana la pasamos en Tokio aunque seguimos haciendo excursiones en tren para visitar sus alrededores. Nuestro primer día en esta gran ciudad lo dedicamos a visitar la zona de Asakusa comenzando por el templo Senso-ji. Después de la visita callejeamos por sus calles comerciales repletas de tiendas dedicadas a los artículos de cocina, muchas de ellas exclusivas de cuchillos. Después de las compras nos dirigimos al barrio Sumida para coger un barco y visitar la isla de Odaiba.


Nuestra primera visita a las afueras de Tokio fue la monumental ciudad de Nikko, con sus torii, sus templos milenarios (Patrimonio de la Humanidad) y su precioso puente de madera que cruza el río Daiya.


Esa noche la pasamos en el bullicioso barrio de Akihabara para ver sus calles iluminadas y visitar algunas de sus famosas tiendas de comics, manga y electrónica. Todo un espectáculo, tanto de día como de noche.


Nuestro siguiente día en Tokio estaría cargado de visitas comenzando por el parque Ueno con su templo Toshogu Shrine y el santuario Yushima Tenmangu. Callejeamos y compramos muchas curiosidades culinarias en las calles de Ameyoko. Nos acercamos al santuario sintoísta de Kanda Myojin. Para terminar el día nos acercamos a Shibuya con su famosísimo cruce y la estatua del perro Hachiko.


A la mañana siguiente volvimos a coger un tren para visitar durante la mañana el pueblo de Kamakura con sus numerosos templos, sus precioso jardines y su enorme Buda.


La tarde la pasamos paseando por la moderna ciudad de Yokohama, con su bonita bahía y sus enormes rascacielos.


Al día siguiente comenzamos desayunando sushi en las inmediaciones del famoso mercado de pescado de Tokio. Paseamos por la ciudad viendo algún que otro templo y visitando sus áreas comerciales. Había que comprar algún que otro encargo.


Nuestro último día en la capital japonesa lo comenzamos visitando la zona de la estación de Tokio y el Palacio Imperial. Callejeamos y entramos en Foro Internacional, un edificio ultramoderno. Paseamos por las tiendas de lujo de la zona de Ginza. Después de almorzar de nuevo sushi en os aledaños del mercado de pescado nos fuimos a pasear por Takeshita Dori, una calle en donde puedes encontrarte de todo para terminar el día en el parque Yoyogi.


Seguro que nos dejamos mil rincones por visitar, nos hubiera encantado tener mas tiempo para visitar este hermoso país pero tocaba regresar cargados de numerosos recuerdos y miles de fotos. Os preguntaréis sobre la comida y qué os puedo decir. Hay innumerables puestos callejeros en donde te venden desde verduras encurtidas, pinchos de carne, hasta bolas de pulpo. Demás del conocido sushi, sashimi, maki y demás tienen unos caldos y unos platos de fideos para chuparse los dedos. Y la carne, qué puedo decir, tienen la que es conocida como la mejor carne del mundo, eso sí a precios prohibitivos. Nos encantaron sus tempuras y probamos unos bollitos de pan rellenos de carne que nos conquistaron. No son muy de dulces, lo máximo que te encontrabas eras unos típicos dulces hechos con pasta de judía o pastas o helados de te verde (incluso habían kit kat de te verde)


Nos pusimos las botas en Japón y la verdad es que me quedé con las ganas de probar y hacer mucho más pero estoy segura que en el futuro repetiremos así que para quince días creo que hemos hecho muchísimo y me doy más que por satisfecha. Espero que os haya gustado y os animéis a visitar este increíble país.